Opinión: Ivermectina

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Opinión: Ivermectina

Por: Martha Botero Ángel, directora de Tulpa Consultores

La Oncocercosis o “ceguera de los ríos” es una enfermedad mortal parasitaria causada por la picadura de la mosca negra. Diminutos gusanos se introducen debajo de la piel. Una vez instalados en el cuerpo humano, crecen hasta alcanzar 60 centímetros de largo, se enrollan formando bolas de 2,5 centímetros de diámetro. Es tal el desespero y la angustia por la piquiña que causa esta infección, que algunos enfermos se han suicidado. Cuando la masa de gusanos llega a los ojos ocasiona ceguera permanente. Y en algunos casos, la muerte. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2017 había en el planeta 20,9 millones de personas infectadas de Oncocercosis —el Covid-19 lleva a la fecha 26 millones—, de las cuales 1,15 millones habían sufrido pérdida de visión. El 99% de los infectados viven en 31 países del África subsahariana. O sea, pobres y negros.

Con este panorama de sufrimiento y muerte se encontraron en 1980 los doctores Bill Campbell y Mohammed Aziz, científicos que trabajaban para Merck. En un estudio realizado en Senegal descubrieron que el Ivermectín —uno de los medicamentos para animales de mayor venta de la compañía— podía matar el parásito que causa la ceguera de los ríos. Emocionados con tal descubrimiento, regresaron a Estados Unidos donde pusieron al tanto a su superior, el doctor Roy Vagelos, jefe de investigación y desarrollo de Merck. Sin embargo, era necesario crear un medicamento apto para humanos, que podría costar alrededor de 100 millones de dólares. No había la más mínima probabilidad de que el desarrollo de este fármaco fuese a ser rentable para la compañía. Era para pobres y negros. Ninguna evaluación económica le daría razones al doctor Vagelos para emprender una campaña contra la ceguera de los ríos.

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Fue así como el Jefe de investigación y desarrollo de Merck se enfrentó a un dilema ético. Por un lado, tenía la responsabilidad de salvaguardar los intereses de la compañía, lo habían contratado para desarrollar medicamentos rentables no para gastarse 100 millones de dólares en un producto que nadie compraría. Además de arriesgar su bien remunerado empleo.  Por el otro lado, tenía en sus manos el poder para cambiar la vida de millones de seres humanos. ¿Qué hubiera hecho usted? En un acto ético, moral y humano, el doctor Vagelos le dio vida a la Ivermectina

Acorde a lo proyectado por Vagelos y su equipo, ni la OMS ni los gobiernos de estos 31 países africanos compraron el Mectizan, nombre con el que Merck comercializa la Ivermectina.  El siguiente paso de Vagelos fue donar el medicamento. A la fecha se han entregado alrededor de 2.800 millones de tratamientos a más de 146.000 comunidades en 29 países de África y 6 de Latinoamérica. Claramente, es un caso en un millón. Las empresas, por lo general, no toman este tipo de decisiones. Incluso Merck se ha visto envuelta en prácticas poco éticas, como cuando en 2004 fue acusada de no revelar los problemas cardiacos asociados con su medicamento Vioxx, y en 2010 depositó $4,850 millones de dólares en un fondo para compensar a los pacientes que declararon haber sufrido infartos o apoplejía por tomar esta medicina. La ética y los negocios no siempre van de la mano. 

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ética y moral?  Manuel Velásquez en su libro ‘Ética en los negocios’ define moral como “Los estándares que un individuo o un grupo tienen acerca de qué es correcto o incorrecto, o de lo que está bien o mal”. Dichos estándares se aprenden desde la niñez a través de instituciones como la familia, la escuela, la iglesia. También influyen en la construcción de los estándares morales los medios de comunicación, los amigos y la comunidad. A medida que crecemos algunos de estos principios morales pueden modificarse. La experiencia, el aprendizaje y el desarrollo intelectual nos llevan a pensar, evaluar y revisar dichos estándares. Un ejemplo sencillo sobre estos cambios es el divorcio. Hace tan solo unas décadas era considerado como incorrecto y mal visto.

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Por otro lado, la ética es la disciplina que examina los estándares morales personales o los estándares morales de una sociedad. Según Kierkegaard, la ética es la reflexión filosófica de la moral, es decir, lo que cada uno de nosotros hace frente a una situación que se nos presenta. Como quien dice, tenemos un kit de herramientas morales que hemos adquirido desde la infancia, la manera como usamos dichas herramientas es la ética. Volviendo al caso de la Ivermectina, quizás el doctor Vagelos contaba en su kit de herramientas con valores morales como la compasión, la solidaridad y el respeto por la vida humana. De ahí la importancia de educar niños con estándares morales que el día de mañana los impulse a tomar decisiones que busquen el bienestar colectivo por encima del interés particular o económico.

Llegados a este punto, me imagino que muchos de ustedes estarán pensando que en Colombia los principales valores morales son la corrupción y el crimen organizado y que este país no tiene futuro. Sin embargo, lo considero de otra manera. En noviembre de 1985 vi por televisión y oí por la radio historias de solidaridad y compasión de un pueblo que apoyaba con lo que podía a sus hermanos de Armero. Luego, en 1999, viví de cerca el terremoto del Eje Cafetero. De nuevo, una nación entera se levantó para apoyar a quienes lo perdieron todo en unos segundos. Y hoy, día a día por redes sociales, por medios de comunicación, por historias de amigos y familiares me doy cuenta de que la gran mayoría de colombianos le hemos dado la mano a quienes más lo necesitan. No, señoras y señores, no somos una sociedad corrupta, somos un pueblo solidario, compasivo y fraterno que algunos corruptos han querido que olvidemos. Es tiempo de despertar y repartir nuestra “ivermectina”.

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Por | 2020-09-04T10:14:03-05:00 septiembre 4th, 2020|Actualidad, Opinión|Sin comentarios

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